miércoles, 6 de enero de 2010

Mnemósine

El sol iba ahogándose es sus manos, y los dos iban terminando de cerrar la hoguera de sus pensamientos. Se acercaban uno al otro a cada instante contemplándose, intentando abarcar esos grandes ojos que ella conducía hacia arriba y él, en un intento de anudarlos a los suyos los buscaba sin remedio. Intentaron callar pero fue imposible, las palabras escapaban de sus labios, iban surcando el cuarto, donde las historias quedaban grabadas en los muros, en esas marcas de angustia que arañadas por la desesperación, iban carcomiéndose en el color pardo que aún iluminaba el sol.
Escapaban del destino de sus dedos, de sus pasos, de cada instante, segundo donde ya no existan palabras y solo los movimientos bruscos que sus brazos iban arremetiendo contra sus cuerpos. Ella, aletargada por el tiempo intentaba seguir sus pasos en cada tramo que el olvidaba; no quería perderlo otra vez, no quería seguir abandonándolo más de lo debido. Y él, tratando de escapar de lo vivido, de toda la arrogancia, de dar sentido a cada paso repulsivo; en cada tramo que intentaba abrazar junto a si.
Fueron encontrándose en el pudor de sus sentidos donde intentaban arrebatarse uno al otro, arañaban sus cuerpos, que relejados por sus ojos veían caer todo de si a cada instante, donde encontraban impregnado el deseo de intentar escapar de todo, de todos. Y una vez más, intentarlo no era fácil pero si estaban juntos todo era más soportable.
Ella, dejando atrás las huellas que en cada espacio olvidaba y sólo le quedaba recordar, las palabras que él siempre olvidaba musitarlas al oído; en esta tarde -donde ella- desesperada se imponia sobre si y él, un tanto confundido intentaba no encontrarse en ese espacio, tratando de evitar todo el quebranto que horas más tarde dejaría sobre si, que dejaría extenuada en el letargo; entre sueños, entre viejos recuerdos, que él hoy prefiere incendiar.

Imagen-Murcielagario.

Música